Este es un regalito humilde que les quiero hacer, que espero les guste. Es una forma de agradecer su amor constante y esta dedicado para cada una de ustedes, las cuales yo adoro personalmente y que este texto resume el aprecio por ustedes y por la mujer basicamente.
Espero que lo lean aunque es un poco largo pero estoy seguro les va a encantar.
Es una entrevista intima que tuvo Paulo Coelho con un periodista de Brasil. Coelho se refiere al lado femenino que tenemos todos, especialmente los varones y reinvindica a la mujer y la insta a luchar por su parte importante en el mundo. Que lo disifruten. Las quiero mucho. Seba DT.
Lo femenino
«Toda mi vida ha estado regida por la energía femenina, por la mujer.»
«Antes de conocer a la mujer no sabía qué es la compasión.»
Es imposible conocer la personalidad de Paulo Coelho sin entender la parte que en su vida y en su obra ha tenido el elemento femenino. Como reconoce en estas conversaciones, la mujer ocupó y sigue ocupando un lugar fundamental en su vida. Él, que sobre todo había caminado por la senda del guerrero de la luz, de la lucha, en sintonía con su identidad masculina, un día quiso descubrir la mujer que también anida dentro de él.
Y fue cuando se encontró de bruces con un elemento nuevo de su vida: la compasión, el dejarse llevar por la vida, sin tener que defenderse siempre. Fue también su encuentro con la parte femenina de Dios. Hoy, sus libros no se entenderían sin esa visión que tiene de la mujer y de lo que ella representa dentro y fuera de nosotros. Dos de sus obras: Brida y Verónika decide morir llevan nombre de mujer, y en muchas otras los personajes femeninos son fundamentales. Vero quizá la obra que mejor revela el lado femenino es A orillas del río Piedra me senté y lloré, que Coelho escribió como si fuera una mujer.
-Vamos a hablar de la parte que hay en ti de mujer, porque estoy convencido de que el siglo que viene va a ser fundamentalmente el de la mujer.
-Yo también estoy seguro de que el próximo siglo va a estar muy marcado por una mayor presencia de la mujer en la sociedad. El hombre acaba este siglo con mayor crisis de identidad que la mujer, que, por lo menos, sabe mejor lo que quiere y la autonomía que le falta por conquistar, tras siglos de dominio masculino absoluto.
»En cuanto a mí, podemos hablar de dos cosas: de la mujer en mi vida y de la mujer que soy yo, ya que me siento a la vez hombre y mujer.
-Empecemos por lo que ha significado la mujer en tu vida.
-La verdad es que toda ella ha estado regida, de alguna manera, por la energía femenina, por la mujer. Estamos en plan de confesión total. Entonces te voy a contar algo muy personal, muy emblemático de mi relación con la mujer.
Porque lo que me pasó con mi primer amor es lo que me pasó después con todas las mujeres que encontré en mi vida, empezando por mi actual mujer, Cristina.
»Yo tenía muchas ganas de hacer teatro. Fue, como ya te conté, el primer sueño de mi vida junto con el de ser escritor. Pero no tenía ni una gorda, porque no ganaba dinero. Además, estaba liado con los problemas de mi familia, que no soportaban mis veleidades artísticas, y esperaban de mí una profesión más respetable, como la de abogado o algo similar. Fueron los tiempos en que me internaron en el manicomio. Yo era la oveja negra de la familia, pero como buen guerrero, seguía luchando por mi sueño de hacer teatro.
-Y una mujer te hizo de ángel de la guarda.
-Sí, y era uno de los momentos más duros para mí, aunque ahora me doy cuenta de que en verdad estaba forjando mi voluntad con todas aquellas pruebas. Si hoy puedo vivir sereno, sin conflictos interiores, lo debo a aquellas batallas de entonces con mis padres, que podían haberme destruido para siempre, pero que gracias a Dios sirvieron para templar mi espíritu en las luchas futuras...
»Entonces, en aquel momento, yo seguía con mi idea de hacer teatro, pero no sabía a quién dirigirme, cuando entra en mi vida una mujer, casi una niña. Yo tenía dieciocho años y ella diecisiete. Aquella mujer fue emblemática en mi vida.
-¿En qué sentido?
-Te lo voy a contar, porque estos episodios dicen mucho de la esencia del ser humano, y en este caso concreto de la esencia de la mujer. Cuando cumplió dieciocho años, como es costumbre en Brasil, los padres le organizaron una gran fiesta en la que la joven, que ha llegado al rubicon de su vida, al cumplir la mayoría de edad recibe regalos de familiares y amigos. La chica se llamaba Fabiola, era guapísima, rubia, con ojos azules y tenía que estar ilusionada con los regalos que iba a recibir. Era la primera gran fiesta de su vida. La verdad es que a su lado me sentía un poco humillado, porque yo no tenía ni una peseta y tenía que pedirle dinero a ella hasta para comprarme los cigarrillos. Era muy duro.
-¿Te invitó a la fiesta de familia?
-No, hizo mucho más. Sin que yo supiera nada, pidió a sus familiares y amigos que en lugar de hacerle regalos le dieran dinero. Y cuando lo había recogido todo, vino y me dijo: «Paulo, tu sueño es hacer teatro. Pues lo vas a hacer. Yo he pedido dinero en vez de regalos. Y aquí lo tienes. Ahora puedes probar a realizar tu gran ilusión.»
-Y pudiste empezar a trabajar en el teatro.
-No me parecía verdad. Se me abrió un camino nuevo. Al principio, ella me ayudaba incluso en mi trabajo.
Pasaron los años y yo me fui afirmando y abriendo puertas. Mientras tanto, nos dejamos. Pero un día, cuando yo trabajaba en la TV Globo, que era la más importante de Brasil, escribiendo textos y guiones de programas, apareció por allí.
-Quería volver contigo.
-No. Fue mucho peor. Venía a pedirme un favor y yo no se lo hice. Y en aquel momento Dios me hizo tocar el fondo de mi falta de generosidad. Te cuento: ella llegó muy alegre y me dijo: «Paulo, no haces teatro, pero haces guiones para la televisión, es estupendo», y añadió: «Te quiero pedir un favor. He sabido que tu director tiene un teatro y me gustaría que me presentaras a él, ya que desearía ser actriz.» Esta vez se repetía mi historia pasada, cuando yo quise hacer teatro y ella me ayudó a conseguirlo con una generosidad increíble, renunciando a sus regalos.
-Y tú te olvidaste de lo que ella había hecho por ti.
-No es que me hubiese olvidado, pero la verdad es que fui un cobarde, porque no me atreví a pedirle aquel favor a mi director. Y le dije: «Fabiola, no puedo ayudarte.» Y ella se fue triste. Yo en aquel momento era muy insensible y pensaba sólo en mí, pero al cabo de un año tuve conciencia de lo que había hecho, me avergoncé muchísimo y en el fondo de mi corazón deseaba que Dios me diera otra oportunidad para lavar mi mala conciencia.
—¿Y te la dio?
-Sí, Juan, porque Dios primero te hace ver lo peor de ti y después te brinda una nueva posibilidad de rescate. Resulta que, al final, Fabiola renunció a su deseo de hacer teatro y emprendió la carrera de escultora, en la que acabó triunfando, pues tiene un talento fantástico. Un día, cuando yo era ya un escritor afirmado y famoso en Brasil, se encontró conmigo en un bar. Me dijo: «Qué magnífico, Paulo, que estés triunfando con tus libros.» Yo me sentí terriblemente avergonzado después de lo que había pasado y le dije mirándola a los ojos: «Pero ¿me tratas aún con cariño, cuando yo fui un hijo de puta contigo?» Pero ella ni se daba por aludida. No tuve ni necesidad de pedirle perdón. Es lo que comentábamos el otro día, cuando decíamos que el máximo de la grandeza de alma es cuando no necesitas perdonar a alguien porque no te has sentido ofendido, ya que perdonar es siempre de algún modo sentirte superior, humillar a quien perdonas.
-Ella, más que perdonarte, había olvidado todo generosamente para que no te sintieras humillado.
-Sin duda. Pero me brindó una nueva oportunidad. Me dijo: «No te preocupes de lo pasado, quizá fue mejor que yo no hiciera teatro. Ahora estoy feliz con la escultura, y quería pedirte un nuevo favor.» Yo me sentí iluminado y le dije: «Pídeme lo que quieres, esta vez no te voy a defraudar.» Me contó que su ilusión era hacer una escultura y poder colocarla en una plaza pública de Río de Janeiro. Yo le contesté: «Mira, Fabiola, no me importa lo que cueste, pero ya te digo que la estatua la vas a tener, yo la voy a pagar y me informaré sobre los permisos necesarios para que puedas colocarla en una plaza.»
—¿Y lo conseguiste?
-Sin duda. Está ya colocada en la plaza de Nuestra Señora de la Paz. Si quieres puedes ir a verla. La escultura representa a dos niños, que somos nosotros dos. Ella quería que la escultura llevase grabado que era una donación mía. Pero yo me negué rotundamente y le dije: «No, no te estoy donando nada. Eres tú quien me estás dando la posibilidad de resarcirte de un viejo pecado mío contigo.» Es una historia importantísima para entender mi vida, por eso he querido contártela.
-En el fondo, aquella mujer te dio la posibilidad de reconciliarte con la parte mejor de ti mismo y de mostrarte tu parte más negativa.
-Lo cierto es que todas las mujeres que pasaron por mi vida llegaron a mi puerta en un momento crítico. Ellas me llevaron de la mano, me toleraron, me hicieron cambiar de rumbo.
-¿También tu mujer de hoy, Cristina?
-Sin duda. Llevamos dieciocho años juntos. Ella me animó a ser escritor. Me dijo un día: «¿Quieres ser escritor? Pues venga, vamos a viajar.» Gracias a ella, viví muchas experiencias importantes, me hizo conocer a mucha gente interesante, me brindó en cada momento una compañía magnífica. Después, cuando llegó el éxito,
me ayudó a mantenerme sencillo, sin arrogancias. Me ha acompañado siempre en mi camino, nunca luchó en contra de lo que yo buscaba, me ha respetado, me ha apoyado, me inyectaba entusiasmo cada vez que yo lo perdía, me apoyó en mis momentos de flaqueza.
»Lógicamente, tenemos también nuestras peleas, como todo el mundo. Yo hoy paso casi doscientos días del año lejos de ella, pero la siento siempre cerca y ella cuida con amor de la fundación y se realiza con la pintura que tanto ama.
-¿Cómo os conocisteis?
-En un momento terrible. Porque era cuando yo pasaba por poco menos que un endemoniado, ya que estaba liado con las sectas satánicas. La primera vez que vino a mi casa, yo tenía sobre mi mesa un libro sobre satanismo.
Le pregunté: «¿Qué vas a hacer hoy?» Ella me dijo que iba a cantar en la plaza con los evangélicos, porque entonces formaba parte de esa Iglesia. Me fui a verla cantar y quedé totalmente seducido. Y a partir de entonces me acompañó en mi vida hasta ahora. Sabe que a mí me encantan las mujeres, pero no me tortura, ella sigue fiel a sus valores y, en definitiva, los dos estamos juntos por amor.
-¿Y tus mujeres anteriores?
-Todas fueron mejores conmigo que yo con ellas. Ya te he hablado de Fabiola. Mi primera mujer se llamaba Vera, era yugoslava, bastante mayor que yo. Tenía treinta y tres años cuando yo tenía veintiuno. Me enseñó las cosas más importantes de una relación, que van desde el sexo hasta la capacidad de diálogo. Mi segunda mujer es la que llamo mujer sin nombre, porque fue a la que secuestraron conmigo los paramilitares y con la que fui tan cobarde, como te conté. La tercera, con la que me casé, fue alguien muy importante para mí. Era muy jovencita,
tenía diecinueve años y yo veintinueve. Trabajaba conmigo en la empresa de música Polygram. A pesar de que entonces me consideraba ya muy normal, me comporté con ella muy mal y sufrió experiencias traumatizantes. Yo era así. Sin embargo, no hubiese sido nada sin estas mujeres de mi vida, que eran mucho más maduras que yo.
Hoy mismo, además de Cristina, mi mujer, que tanto me equilibra, todas mis relaciones profesionales son con mujeres, desde mis agentes literarias a mis editoras. Las mujeres están siempre presentes en cada minuto de mi vida.
-Será porque sabes conectar con ellas. No todos los hombres despiertan ese amor en las mujeres. Pero
¿cómo es la mujer que anida en tu personalidad?
-Si te digo la verdad, desde el punto de vista de mi lado femenino interior, más bien siempre me había defendido de esa parte. Como guerrero que soy, me gusta librar todas las batallas, y había alimentado más bien mi parte masculina. Por eso, desconocí la compasión, la pasión por la vida, hasta que fui descubriendo lo que también llevo de mujer en mi interior, que es una dimensión importantísima, sin la cual nunca seremos hombres completos.
-¿Cuándo empezaste a tomar conciencia de la necesidad de tu parte femenina?
-Como te he contado, he luchado toda mi vida contra los obstáculos que se interponían en mi camino, tomé decisiones importantes, como la de abandonar la droga en un cierto momento. Pero la vida se imponía. A veces me irritaba conmigo mismo y me decía: «No sabes nada de la vida, no tienes control sobre nada.» E intentaba relajarme, dejarme llevar. Y en aquellos momentos en que conseguía abandonarme, me sentía mejor, era como si me dejara conducir por la vida, pero en seguida volvían los problemas y advertía que de nuevo era necesario controlarse, tomar decisiones, que no bastaba con dejarme llevar por el río de la vida.
-Hasta que...
-Hasta que después de haber realizado el camino de Santiago, desde Francia, que fue la experiencia más fuerte de mi vida, decidí hacer también lo que en la tradición RAM -una tradición espiritual muy antigua, de hace quinientos años, que nació en el seno de la Iglesia católica y a la que pertenezco con otros cuatro discípulos- se conoce con el nombre de «camino femenino». Otros le llaman también el «camino de Roma». Su misión es revelarnos el lado femenino de nuestra personalidad. De aquella experiencia nació mi libro Brida, que es la historia
de una mujer a la que conocí en ese camino y cuya experiencia estaba muy cercana a la mía. De alguna forma, Brida es esa mujer que yo estaba buscando dentro de mí.
-¿En qué consistía exactamente ese camino?
-A muchos les podrá parecer una tontería, pero para mí fueron setenta días inolvidables y fundamentales.
Tú caminabas a tu criterio, sin que ningún maestro te dijera por dónde tenías que ir. Lo principal consistía en recordar tus sueños. ¿No están los sueños ancestralmente ligados al alma femenina? Y durante el día tenías que realizar lo que habías soñado al pie de la letra.
-¿Tú tenías que interpretar el sueño?
-No se trataba de interpretarlos, sino de hacer lo que habías soñado. Si, por ejemplo, habías soñado con una estación de autobuses, tenías que ir a la estación de autobuses más próxima y ver lo que allí te acontecía. Lo mismo, si soñabas con un garaje. Una noche soñé con el fútbol. Iban a jugar Brasil y Dinamarca. Soñé que Dinamarca iba a
ganar por tres a dos. Cuando iba ganando por dos dije: tiene que haber otro gol. Y lo hubo, y el partido acabó tres a dos como había soñado, sólo que al revés, pues ganó Brasil.
-¿Y si no soñabas?
-Siempre soñaba algo, porque te pasa algo parecido a cuando haces psicoanálisis, que no es que sueñes más, es que te acuerdas mejor de los sueños. Cuando alguna vez le decía a mi maestro que no había soñado nada, él me decía: «Claro que has soñado, algo se sueña siempre.» Yo le respondía: «Es que he soñado sólo con un garaje.» Y él me contestó: «Qué querías, ¿soñar con la Virgen? Pues vete a un garaje y mira qué pasa.»
-¿No has tenido alguna vez la sensación de haberte equivocado?
-Una vez me equivoqué de verdad, y casi me cuesta la vida. Yo había soñado con un nombre: Gez, que es el nombre de un monte, pero también el de una capilla que estaba en un pueblo cercano. Pero yo creí que el nombre se refería al monte. Y pensé que tenía que ir allí. Pero era un monte dificilísimo de subir y a punto estuve de dejar allí el pellejo. La verdad es que me había equivocado, porque se trataba de una capilla que estaba en un pueblo cercano y tenía el mismo nombre que el monte.
-¿Por qué se le llama el camino femenino?
-Porque ese camino, al revés del camino de Santiago, donde según la tradición RAM desarrollas sobre todo el poder de tu voluntad, basado en la disciplina y en el esfuerzo personal, en el camino femenino desarrollas y descubres sobre todo la parte de la compasión, de la meditación, del acercamiento a las raíces de la vida, a la tierra.
El camino de Santiago es más activo, más de batalla. Por eso yo suelo decir que es más «jesuítico», porque los jesuitas tienen como fundador a san Ignacio de Loyola, que era un soldado. Mientras que el camino femenino es más contemplativo, es decir, más «trapista», porque son estos monjes quienes se dedican a la meditación y a descubrir los abismos de tu interior. Es una religiosidad más femenina que la de los jesuitas, porque estos monjes trabajan
con sus manos y cultivan el huerto a la vez que hacen largas meditaciones. Los jesuitas son más activos y están más en las batallas del mundo.
-En realidad, la primera diosa de la historia fue femenina, la diosa Gea, que era la diosa de la fecundidad de la tierra.
Hasta que poco a poco los varones, que eran guerreros, hicieron a Dios masculino. Fue entonces cuando la mujer empezó a ser relegada a un segundo plano y Dios se convirtió más bien en un señor severo, justiciero, siempre con él castigo pronto en la mano, ávido de sacrificios.
-Por eso no me gusta la manera en que las religiones han robado a Dios su rostro femenino, de
compasión, de amor a la vida, a los hombres y a las cosas. De hecho, la creación es un proceso
femenino, lento, misterioso, no conectado a nuestra lógica masculina, sino a la esencia de la feminidad, que es la protectora de la vida y no ama las guerras que matan el fruto de sus entrañas.
-¿A qué llamas el «despertar femenino»?
-Es una expresión que nada tiene que ver con lo sexual, sino como un pensamiento libre, fuera de la lógica convencional. Como sabes, no pocos escritores usan a la mujer como una figura simbólica para explicar esta fusión entre lo intuitivo y lo lógico, algo que tiene que ver mucho con los sueños. La mujer de Poncio Pilatos, según la narración de los Evangelios, tuvo un sueño que no fue respetado por el raciocinio lógico de su marido, quien se equivocó por no escucharla. Y en Julio César, Shakespeare coloca a la mujer del casi emperador alertándole de los peligros de acudir al Senado aquella tarde de marzo. Julio César, lógicamente, pensó que una mujer poco podía entender del momento político que estaba viviendo. Y también se equivocó.
-¿Fue fácil el reencuentro con tu parte femenina?
-No, fue lento y difícil, porque tenemos que irnos despojando de esa cultura que nos ha creado el
saber oficial, que es siempre masculina y que desprecia los valores femeninos. Como si en la historia no hubiese existido más filósofo que Descartes. Han existido también los místicos, que no ven las cosas sólo con los ojos de la lógica cartesiana, del dos más dos son cuatro. Con la sola lógica perdemos el contacto con el misterio, con la lujuria de lo imaginario. Por eso yo amo la filosofía oriental de la paradoja, que no es la de línea recta, sino la del círculo, donde algo puede ser y no ser al mismo tiempo, porque la vida no es un robot con respuestas prefabricadas. Es imprevisible y puede cambiar cada segundo.
-A propósito del dos más dos son cuatro de la matemática clásica, el filósofo español femando Savater, en un libro de conversaciones como éste, me dijo: «Las reacciones sentimentales no se pueden medir, mientras que la inteligencia juega siempre con magnitudes fijas que se pueden calcular. Dos más dos son cuatro en las matemáticas, mientras que dos disgustos más dos disgustos no son sólo cuatro disgustos, sino que es lo que a veces te lleva a tirarte por la ventana.»
-Me parece magnífico.
-Lo que ocurre es que nuestro saber, sobre todo en Occidente, menos, por ejemplo, en las culturas africanas, es fundamentalmente masculino.
-A mí me gusta mucho la tradición de la paloma y la serpiente. A veces necesitamos símbolos físicos para entendernos mejor. La imagen clásica, que a mí tanto me gusta, es la de la Inmaculada que tiene la serpiente a sus pies. Es decir, la tradición del Espíritu, que parte del principio de que lo importante no es acumular, sino saber leer ese lenguaje del inconsciente colectivo, lo que llamamos anima mundi. Sería el lenguaje de la paloma. Y está, por otro lado la tradición de la acumulación, de la serpiente, de la sabiduría clásica. No podemos quedarnos
sólo con una o con otra, sino que debemos armonizar las dos: la lógica y la intuición.
-Leonardo Boff, en su libro El águila y la gallina, habla de la fábula africana que alude a lo que estás diciendo, porque el águila es la parte de misterio de las alturas que todos tenemos dentro, aunque nos olvidemos de ello, mientras que la gallina que vuela a ras de tierra es lo concreto, la lógica cartesiana que tú dices, donde hay poco espacio para el sueño y para lo sobrenatural e imprevisible, pero es también la realidad con la que hay que contar.
-El de Boff es un libro precioso. Y en los Evangelios hay muchos ejemplos de esto, como cuando Jesús dice que había venido no a borrar la ley sino a que se cumpliera el espíritu de la misma. Porque llega un momento en el que el respeto y la obediencia a la ley te paraliza para vivir, pero tampoco se puede vivir sólo con la anarquía.
»Otro ejemplo del Evangelio que me gusta mucho es aquel en que Jesús les dice a sus discípulos que cuando estén entre los hombres tienen que ser «sencillos como la paloma y astutos y prudentes como la serpiente».
Por eso tenemos que estar atentos a mantener los pies sobre la tierra, siendo concretos y objetivos, pero al mismo tiempo saber mirar el correr de las cosas, disfrutar contemplándolas, intentando descubrir ese lenguaje secreto que habla más a nuestro inconsciente, a nuestra parte femenina que a nuestra razón.
-Sueles hablar de un sistema femenino de pensamiento. ¿A qué te refieres?
-Creo que es lo opuesto a lo que suele llamarse el sistema cartesiano de pensamiento. Pensar en femenino es pensar de una forma distinta a la clásica lógica masculina, que ha dominado durante tanto tiempo elpensamiento, sobre todo occidental.
-Lo que ocurre es que a la mujer, a pesar de las batallas que ha librado para conquistar su autonomía, se le concede aún poco espacio en lo que llamas la Academia, es decir, en el saber oficial. En España, por ejemplo, sólo una vez una mujer ha ocupado el cargo de rector de universidad.
-Y a lo mejor ejercía con mayores criterios masculinos que los hombres.
-Como las grandes políticas de la historia, desde Golda Meir a la Thatcher, que han sido mujeres muy masculinas.
-Ése es el gran problema. Por eso, lo que llamo el sistema femenino de pensamiento es otra cosa. La mujer es lo sagrado, es la energía femenina, es lo que impide que se cree un muro entre lo sagrado y lo profano, es la lógica del misterio, de lo incomprensible, del milagro. Ya te conté que en el camino femenino, si sueñas con un garaje tienes que ir por la mañana allí, a ver qué te ocurre. Es algo carente de lógica, por eso está más cerca de lo imponderable, de lo nuevo, de lo que tiene que ver con lo más profundo del ser. Eso es para mí lo femenino.
-Hemos dicho que el próximo siglo seguramente será más femenino, más uterino que el que acaba, más líquido y menos sólido. ¿Cómo ves la función de la mujer en ese futuro ya próximo?
-Igualita que la del hombre. Porque de lo que hablo no es de la mujer sino de lo femenino. Mira qué sucedió con los movimientos feministas más desgarrados: trataron de conquistar una parte del poder, pero para ejercerlo después masculinamente. Eso no es lo femenino. La mujer tiene
que saber equilibrar su energía femenina y masculina, lo mismo que el hombre debe también saber armonizar esas dos energías de que está hecho, que son la masculina y la femenina.
-Quería plantearte una cuestión de la que hablamos poco los hombres. Solemos decir que nosotros, los varones, tenemos que descubrir también la mujer que llevamos dentro porque no somos sólo masculinos. Y, de hecho, el varón está descubriendo esa parte de feminidad que había negado el machismo. Vero, sin embargo, no aceptamos que la mujer descubra también su parte masculina, que también tiene, y la queremos sólo femenina. A mí me parece una operación muy egoísta. Porque pensamos que nosotros vamos a ser más completos si descubrimos nuestra parte femenina, mientras que a la mujer le negamos que ejerza también su componente de masculinidad, que lo tiene. ¿Te parece justo?
-Sí, Juan, puedo estar de acuerdo contigo, pero ése es un problema que no es mío ni tuyo, es de ellas.
Tenemos que dejar de ser paternalistas con las mujeres. Tienes razón, si nosotros estamos descubriendo nuestra feminidad, también es justo que ellas desarrollen su masculinidad, aunque a nosotros nos pueda gustar más verlas exclusivamente femeninas. Pero son ellas quienes tienen que librar esa batalla. Tienen que tomar la espada y combatir, no podemos sustituirlas. Si saben combatir, descubrirán lo que es la energía masculina.
-Lo que ocurre es que damos por hecho que la mujer es y debe ser sólo femenina, y como hemos
concebido una sociedad en la que el poder requiere dotes masculinas, si aceptamos que la mujer es fundamentalmente femenina, es decir, que pertenece al mundo del misterio, de lo pasivo, al máximo de la creatividad artística, la excluimos automáticamente de los puestos de mando.
-Tienes razón, pero sigo pensando que eso no podemos resolverlo nosotros, los varones. Son ellas quienes tienen que tomar conciencia de ello y combatir para conseguirlo. De la misma manera que hicieron la primera revolución feminista para conseguir que no se las discriminara, y que, por lo menos teóricamente, pudieran acceder a todos los puestos del poder como los hombres, ahora deberían librar la segunda batalla. Deben evitar, cuando llegan a conquistar el poder, gestionarlo como si fuesen exclusivamente masculinas, porque entonces no habremos conseguido más que sustituir a una mujer por un hombre, pero todo seguiría igual.
»Cuando la mujer alcanza un puesto de poder, debe hacer lo posible para ejercerlo sin olvidarse de su característica femenina, ya que todas las estructuras de la sociedad son fundamentalmente masculinas y ellas tienen que romper ese esquema, infiltrando savia femenina para poder construir una sociedad en la que convivan los elementos positivos, tanto del mundo masculino como del femenino.